Durante la ceremonia de beatificación de la Hermana María Agustina Rivas López -conocida cariñosamente como Aguchita- el 7 de mayo en La Florida, Perú, miembros de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor llevan un relicario con los huesos de Aguchita. De izquierda a derecha, las Hnas. Ellen Kelly, líder saliente de la congregación; Mirjam Beike, nueva consejera; Yvette Arnold, procuradora general; y María Susana Franco, vicaria general saliente. (Cortesía de Yvette Arnold)

Por Yvette Arnold, religiosa CNSCBP

Noviembre 15 de 2022

La  beatificación de nuestra hermana María Agustina Rivas López — conocida cariñosamente como Aguchita — el 7 de mayo en La Florida, Peru, fue la culminación de cinco años en los que tuve la bendición de ayudar en el proceso de preparación de su causa. Formar parte del camino para destacar la vida de alguien con el propósito de la beatificación implica pisar terreno sagrado con asombro, aunque con algunas dificultades. Yo bromeaba: “¡Este proceso está trabajando en mi santidad!”. Nuestro Dios-Escultor nos moldea y modela toda nuestra vida, para convertirnos en la persona que Dios nos llama a ser, como Dios hizo con Aguchita.

A lo largo de su vida, Aguchita, un miembro de la Congregacion de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, soñó con atender a la gente de la selva amazónica, y finalmente realizó ese sueño. A finales de la década de 1980, la violencia se apoderó de la región amazónica central de Perú, a manos de la guerrilla de Sendero Luminoso. Aguchita fue enviada a La Florida, una pequeña zona de esta región.

Le encantaba estar con las mujeres y los niños, enseñarles habilidades útiles e ir al pueblo vecino por las necesidades básicas. A pesar de los problemas de salud y de la violencia que la rodeaba, decidió quedarse con la gente, abrazando su misión con valor y celo…

Iglesia de San Ramón en La Florida, Perú, centro de las festividades por la beatificación de Aguchita (Cortesía de Yvette Arnold)

En 2018, la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor trasladó sus restos desde Lima a La Florida, donde había dicho que siempre quiso quedarse, aunque muriera. Las ceremonias fueron solemnes, reverentes y conmovedoras, con la asistencia de varios centenares de lugareños de los alrededores.

Algunas personas no habían estado en La Florida desde el trágico día del 27 de septiembre de 1990, cuando Aguchita fue asesinada junto con otras seis personas. Algunos todavía estaban traumatizados por los hechos.

Una persona que había vivido ese día era ahora una mujer adulta; estaba acompañada por una hermana peruana muy atenta y compasiva. El testimonio de Aguchita sigue siendo palpable hoy en día.

Hay un edificio en la plaza central del pueblo que aún conserva la huella de las balas de aquel trágico día. Sigue siendo un símbolo para el pueblo de lo sucedido, pero con la esperanza de que nunca más su pueblo vea la violencia.

Me impresionó el gran amor que la gente sigue teniendo por Aguchita. Se podía pensar que acababa de morir. Había consuelo porque “volvía” a su pueblo, pero tristeza porque se había alejado físicamente de él.

Los participantes se reúnen antes de la ceremonia de beatificación de Sor María Agustina Rivas López, conocida como Aguchita, el 7 de mayo en La Florida, Perú. (Cortesía de Yvette Arnold)

Cuando pasó lo peor de la pandemia, llegó la alegre noticia de que la beatificación de Aguchita tendría lugar el 7 de mayo de 2022 en el Vicariato de San Ramón, Perú. La emoción se extendió por todas partes.

Un grupo de hermanas y compañeros de misión viajaron de Roma a Perú, en lo que se describe mejor como una peregrinación – un viaje a veces difícil a un “lugar santo” – ¡el viaje en autobús de Lima a San Ramón fue de ocho horas!

Pero la exquisita belleza que nos rodeaba a cada paso en las montañas andinas era energizante y edificante. Las montañas están llenas de muchos minerales, y el color de muchos lagos lo refleja: desde el verde brillante hasta los azules vibrantes y el marrón dorado.

Nuestra primera noche en San Ramón incluyó una vigilia de oración con testimonios de quienes conocían personalmente a Aguchita, incluidas las hermanas de la comunidad que habían estado en La Florida ese horrible día y fueron testigos del suceso. El intercambio fue emotivo e inspirador. Luego llegó el tan esperado día. Por la mañana, salimos de San Ramón y nos adentramos en la región del Amazonas durante un par de horas.

Pueblos Indígenas asisten a la ceremonia de beatificación de Sor María Agustina Rivas López, conocida como Aguchita, el 7 de mayo en La Florida, Perú. (Cortesía de Yvette Arnold)

Al llegar, ¡qué espectáculo tan maravilloso! Varios miles de personas estaban presentes, muchas de ellas con sus trajes indígenas, en este pequeño pueblo de La Florida. ¡Qué emoción! Rodeados de música y bailes, comenzamos las ceremonias.

Gracias a la maravilla de la tecnología moderna, las ceremonias se retransmitieron en directo desde lo más profundo del Amazonas, una bendición para los millones de personas de Perú y de todo el mundo que no pudieron asistir.

El canto de entrada expresaba la realidad que nos rodeaba: Nosotros, los hijos de la selva… Los pájaros con sus cantos, los peces y los reptiles. Las bestias salvajes de la selva … Los pobres y olvidados, anhelando ser libres, luchando en su esperanza te alaban, Señor.

La liturgia continuó con la proclamación formal de Aguchita como “bendita” dentro de la Iglesia y entre todas las personas. La entrega de su vida como discípula de Jesús, el Buen Pastor, fue un testimonio de la vivencia del Evangelio del Buen Pastor, central en la celebración.

La homilía reflejó su vida en el contexto social y político de la Iglesia latinoamericana, su compromiso permanente con una teología de estar con y para los pobres, y la protección de toda la creación.

La propia Aguchita dijo: Amar a los pobres es amar la vida. Es amar al Dios de la Vida. Como el Pastor al que siguió, Aguchita dio su vida por esta misión.

Las ceremonias para Aguchita reconocen a una mujer santa, una mujer indígena de Perú reivindicada por su propio pueblo, y a la que algunos se refieren como “madrecita”.

Fue una pionera en la práctica de la ecología integral. Nunca desperdició nada, sino que siempre encontró la manera de “reutilizarlo”. Dentro de la Amazonia, se adelantó a su tiempo en la aplicación de la llamada a cuidar nuestra “casa común” que el Papa Francisco ha enfatizado en Laudato Si’.

Después de compartir tantos recuerdos de mi propio viaje con Aguchita a lo largo de los años, estoy convencido de que su vida -una vida vivida con sencillez y humildad, con amor por los que viven desesperados en situación de pobreza- tiene el poder de afectar positivamente la vida de las personas a miles de kilómetros de La Florida.

La Hermana del Buen Pastor, Yvette Arnold, con un póster de Aguchita (Cortesía de Yvette Arnold)

Me enteré de que una de mis hermanas en Nueva York compartió la historia de Aguchita con su propio grupo de jóvenes madres españolas. Encontraron consuelo en su vida: Muchas de ellas son indocumentadas y han emprendido traicioneros viajes a través de la frontera con sus hijos, con la esperanza de encontrar seguridad y una vida mejor.

Tal vez el mensaje más sencillo para todos nosotros sea vivir nuestras vidas ordinarias de forma extraordinaria, vivir en el amor a Dios y a los demás, hacer lo que podamos para construir un mundo más justo en solidaridad con los afectados por la pobreza.

En este compromiso, Dios seguirá “trabajando en” nosotros, como el escultor con la arcilla.

El 20 de noviembre de 2017, el Ministerio de Cultura del Gobierno de Perú introdujo a Aguchita en el Museo del LUM, el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social. El museo -dedicado a todas las víctimas del terrorismo en el Perú durante el período 1980-2000- es un testamento para aquellos que sufrieron inocente y trágicamente a manos de los grupos terroristas.

Es conmovedor leer la placa de Aguchita, que incluye esta declaración: Su vida es un ejemplo que seguiremos para lograr un país integrado y reconciliado. Este llamamiento puede expresarse hoy en día en todo el mundo clamando por la justicia, la misericordia y la reconciliación.

Aguchita dio testimonio de la dignidad de cada persona de forma muy sencilla y práctica. Cada persona era preciosa para ella; no hacía distinciones, acogiendo a cada una con la esperanza de que experimentaran su propia bondad y libertad interior.

Podemos vivir su ejemplo siendo personas de paz, amables y alegres, atentas a cada persona independientemente de su raza, religión u otras diferencias. Aguchita, ¡acompáñanos en nuestro caminar!

Artículo publicado por Global Report – Traducción al español por: Hna Yolanda Sánchez C.