Aguchita fue una mujer valiente que decidió quedarse con su gente en tiempos muy difíciles. Aunque sabía que corría peligro, no se fue. Prefirió seguir ayudando, enseñando, acompañando a los más pobres y mostrando con su vida que el amor de Dios no abandona. Su forma de servir, con humildad y ternura, nos enseña que la fe se vive en lo concreto, en el día a día. Su testimonio nos invita a no tener miedo de hacer el bien, aunque cueste. Aguchita no hizo cosas grandes a los ojos del mundo, pero su entrega silenciosa tocó muchos corazones. Hoy, su ejemplo nos anima a ser luz en medio de la oscuridad, a cuidar a los demás, y a confiar en que Dios siempre camina con nosotros, incluso en los momentos más duros.