La Pascua del Conde de Neuville, en 1843, es memoria viva del primer laico que, con entrega silenciosa y generosa, sostuvo la misión del Buen Pastor junto a Santa María Eufrasia. Su gesto nos recuerda que el carisma no pertenece solo a las hermanas, sino que también se comparte con los laicos que, en la vida cotidiana, hacen presente la misericordia y la esperanza.Su vida y su entrega se convierten en faro que ilumina nuestro caminar, recordándonos que la misión se fortalece cuando cada corazón se abre al don de la comunión, y que la fuerza del Buen Pastor crece cuando laicos y hermanas comparten la misma pasión por la misericordia.Celebrar la memoria del Conde de Neuville es reconocer que la misión del Buen Pastor se extiende a las familias, a los trabajos y a cada espacio donde los laicos hacen visible la ternura de Dios. Su Pascua es signo de comunión y corresponsabilidad: cada talento y cada gesto se unen para que el Buen Pastor continúe abrazando con misericordia a los más vulnerables.