(Compartiendo la vida con los otros, saliendo de nuestros egoísmos y abriéndonos a la comunión con los hermanos y hermanas no obstante las fronteras que nos puedan separar).
Siempre hay motivos para alabar, bendecir y dar gracias.
Este año lleno de la bondad de Dios, fuimos sorprendidas por el amor: Con mucho entusiasmo nos preparamos para llegar al día 4 de junio cuando dábamos inicio a nuestro retiro anual con el Padre Luis Vivó, sacerdote de Lumen Dei y de nacionalidad española.
El tema que habíamos sugerido para este retiro fue toda una sorpresa para nosotras ya que no esperábamos tanta riqueza en las palabras del sacerdote que el señor nos regaló este año por estos siete días, para una renovación espiritual y en todos los aspectos.
El padre Luis, nos habló de la sinodalidad, tema de tanto auge en estos tiempos cuando el Papa Francisco nos invita a caminar juntos en sinodalidad, compartiendo la vida con los otros, saliendo de nuestros egoísmos y abriéndonos a la comunión con los hermanos y hermanas, no obstante a las fronteras que nos puedan separar. Exaltó el tema en estos siete días con tres palabras: Comunión que se da en la unión con la trinidad si realmente comulgo con mis hermanos y con toda la creación, la participacióndesde el compartir con las hermanas y hermanos con quienes vivo la vida y recordando que la Iglesia se mira en el esposo y el esposo desde la sagrada escritura, y la misión con la iglesia, aprovechando los talentos que hemos recibido para el servicio de los hermanos y hermanas.
Lo más profundo de estos temas fue la forma como el sacerdote iba conjugando cada palabra expresada con la misma palabra de Dios. No hubo texto que no llegará a nuestro corazón dejándonos inquietas y con enormes deseos de vivir la sinodalidad, iniciando por nosotras mismas, nuestras hermanas y con los demás.
Otros mensajes que nos dejó, los pasos que pueden hacer posible el camino con mi comunidad, entrando en la presencia de la hermana con gran humildad y transparencia, desde un profundo silencio y con actitud de escucha, contemplando la obra de Dios en mi hermana; con esa fe que me conecta y con ella cuidando de no destruir aquello que Dios ha construido en su vida, tocándola con la delicadeza con que toco el cuerpo de cristo, viendo a mi hermana con un amor contemplativo, como esposa de cristo, hija de Dios y hermana mía. Y, por último, purificando las falsas imágenes que tengo de Dios en ella (sin prejuicios).
En el amor hay un afecto, una actitud y una acción, que eso que hago sea lo que el otro necesita.
El amor busca responder a lo que necesita el hermano… como el padre y yo somos uno…. El padre me ama y yo amo al padre, así ustedes ámense…
La invitación era a interpretar la mirada de Dios en mí vida y preguntar cómo es mi mirada para con Él. Estoy invitada a ser rostro de Dios, por tanto, debo sacar toda esa riqueza interior.
Para el toque final, la humildad, tema denso pero muy propio para una consagrada que dice tener su mirada fija en el Señor y que se dedica a pensar y preocuparse solo de Él, por lo tanto, al humilde nada ni nadie tendría por qué desestabilizarlo, está tan ocupado con su amado que las demás cosas no la distraen y el tema de la santidad, donde se nos recordaba que cuando tenemos la mente y el corazón puestos en Dios no hay cabida para el orgullo ni para detenernos en las simplezas que suceden cada día, al contrario, como la amada del cantar de los cantares que está tan embelesada en su amado, no tiene ojos ni corazón sino para Él, las demás cosas le resbalan y ni se da por enterada, pues su única preocupación y atención es su Señor.
Por Hna Elida Correa Ruiz – Religiosa Contemplativa
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