Hoy recordamos el nacimiento de una mujer cuyo corazón ardía con el fuego del amor de Dios: Rosa Virginia Pelletier, nuestra Santa María Eufrasia. Su nacimiento marcó el inicio de una vida profundamente dedicada a devolver dignidad, consuelo y esperanza a las personas heridas, en medio de tantas realidades que aún nos interpelan: mujeres y familias que buscan sanación, relaciones que claman por reconciliación, y corazones que anhelan ser escuchados.

 Su respuesta generosa fue semilla de un carisma que hoy sigue vivo en nosotras, guiando cada gesto de compasión, reconciliación y ternura.

 En esta celebración, renovamos nuestro compromiso con el alma del carisma: el amor de Jesús El Buen Pastor hecho presencia concreta. En un mundo marcado por el ruido, la prisa y la indiferencia, su vida nos inspira a ser presencia transformadora. Nos llama a escuchar las lágrimas que no se ven, a abrazar las historias que nadie cuenta, y a ser hogar para quienes se sienten fuera de lugar.

 Ser hoy hijas e hijos de Santa María Eufrasia implica mucho más que continuar una obra: implica reflejar la ternura y la firmeza con la que ella respondía a cada desafío.